lunes, 22 de abril de 2013

MATRIMONIO: INSTITUCIÓN DIVINA


"Al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" Marcos 10:6-9
El matrimonio es una institución creada por Dios mismo teniendo su origen en el huerto del Edén, donde nuestro Creador pensó que no era bueno para el hombre que éste estuviera sólo y consideró y le hizo una ayuda idónea. De una costilla que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y se la trajo al hombre. Dijo Adán entonces: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. 
Se plació Dios crear a un hombre y a una mujer, la única combinación que iba a poder dar los resultados que El había concebido en su mente y en su corazón. Y Dios mismo ofició la ceremonia de su unión y los bendijo y les dijo: Fructificad y multiplicaos y llenen la tierra… 
El matrimonio es la unión bendecida por Dios, por lo cual designado y aprobado por el Creador para que la especie humana se multiplique;  conlleva  compromiso seriedad y las responsabilidades del uno para con el otro. Tomando esto en cuenta, resulta en bendición, pues tienen la aprobación divina. 
Dios sabía que en el matrimonio, se iban a dar en la diaria convivencia, ciertos choques, diferencias y situaciones problemáticas entre ambos, los cuales el diablo los iba a querer usar para adelantar su causa en contra del hogar, la familia y la sociedad. ¡De cuántas formas y maneras se vale el enemigo de las almas para tratar de separar lo que Dios unió! ¡Cuánta ira siente cada vez que ve que en el matrimonio hay celo por mantener la unidad aun en medio de toda asechanza y adversidad! 
¿Cómo puede haber esa unidad tan necesaria en el matrimonio? ¿De dónde sale? ¿Qué hacer para conseguirla? Es el AMOR, el vínculo perfecto, lo único que puede llevar a cabo tan alta demanda por parte de Dios. Sin amor no puede haber unidad … por lo tanto, el fundamento esencial para que un matrimonio permanezca firme y estable a través del tiempo y a pesar de los momentos de crisis que le toque vivir es el AMOR.
No me refiero al amor humano imperfecto y egoísta, que dura hasta que deja de recibir y que envuelve cierto grado de interés, ni al enamoramiento fugaz basado solo en pasión carnal, sino a aquel que a pesar de las diferencias y los momentos no tan felices, permanece dando y perdonando. Y es esta la semilla de amor que se siembra y que en su tiempo da sus nutritivos y sabrosos frutos. Es esta clase de amor la que se vale aún de las circunstancias adversas para fortalecerse y crecer, la que se ha enriquecido por medio de experiencias que han contribuido a afirmar la relación. 
Según Dobson, el amor real, no un capricho por intenso que sea, es la expresión de un aprecio profundo por otro ser humano: es darse cuenta de los deseos y necesidades del otro, pasadas, presentes y futuras. Es un entregarse generoso, un interés y un cuidado. En el curso de mi vida, dice Dobson, he desarrollado un amor duradero por mi esposa, pero no es algo que se haya dado en un momento. Fui creciendo en ello, y este proceso requirió tiempo. Tuve que conocerla bien para poder apreciar la profundidad y estabilidad de su carácter,  y familiarizarme con los claroscuros sutiles de su personalidad.
El matrimonio abarca y comprende muchas áreas en el compartir diario de la pareja, en lo cual la manifestación del amor verdadero debe de ser el fundamento. El respeto, la consideración, la admiración del uno por el otro, pasar por alto los defectos y exaltar las virtudes propias de cada cual, la buena comunicación, la disposición firme de perdonar y de pedir perdón cuando sea necesario, etc. ... todo esto es lo que propicia una feliz convivencia, rica y edificante en todas la áreas.
El amor en un matrimonio conforme a la voluntad de Dios permanece a través de los años porque "El amor nunca deja de ser". Cuando dijiste SI a JESUS, el amor de Dios fue derramado en tu corazón por el Espíritu Santo que nos fue dado, de modo que el primero en beneficiarse de este regalo único y  valioso debe ser tu cónyuge, manifestándose en todas las áreas de la convivencia diaria. 
El AMOR es un don, es una virtud que nadie puede crear por mucho que se esfuerce. Sólo Dios lo puede dar a aquel que reconoce que lo necesita y lo anhele, primero para amar a Dios por sobre todas las cosas, segundo, para amarse a sí mismo y luego para poder amar a los demás. Es lo único que puede hacer que en un matrimonio permanezca el ingrediente esencial: LA UNIDAD.
Ese amor sólo se hace patente, real y permanente cuando Cristo Jesús entra al corazón del hombre y la mujer y se convierte en dueño y Señor de nuestras vidas. Es JESUS el amor de Dios manifestado a la humanidad y cuando le permitimos que El sea el centro de nuestro hogar y de nuestro matrimonio obtenemos la victoria segura. ¡A El damos GLORIA!

¿Te identificas con lo expuesto en este artículo? ¿Se asemeja esto en algo a la realidad vivida en tu matrimonio? Pues ten por cierto, que altos son los propósitos que Dios tiene para con ustedes como pareja. Si han permanecido a pesar del caos y la confusión y esto ha hecho que se acerquen más el uno al otro; si amas hoy a tu cónyuge más de lo que le amabas en el pasado, si has aprendido a valorar más a tu esposo o esposa y a la unión de ambos, si sabes ahora con certeza lo que un matrimonio realmente supone y significa y estás en la mejor disposición y voluntad de conservarlo …pues entonces, dale gracias a Dios por lo que antes no entendías pero que hoy comprendes clara y perfectamente. ¡ALELUYA al CORDERO! 
Para conservar un matrimonio hay que pagar un precio y bienaventurado es el que está dispuesto a hacerlo. Recompensa hay de parte de Dios para el responsable y valiente, el que sabe darle al matrimonio, al hogar y a la familia el valor que realmente tienen. 
El matrimonio que nunca ha pasado por momentos difíciles y severos, se puede considerar agraciado y bienaventurado; pero aquel que en medio de toda adversidad y a pesar de todas las tormentas que le han azotado y todos los intentos del diablo por separarlos, su unión ha permanecido a través de los años, no más débil sino más fuerte, no distanciados sino más unidos, es considerado victorioso, pues ha luchado, ha peleado contra el enemigo y ha triunfado. ¡Si no hay batalla no hay VICTORIA!
Pidámosle a Dios que nos revele amplia y claramente el significado pleno y en todas sus partes de lo que es un matrimonio, el propósito para el cual Dios lo creó y la razón que tuvo en permitir que fueras tú y tu cónyuge los que dijeran un día en el altar delante de Dios y delante de una multitud de testigos: SI, hasta que la muerte nos separe.

No sigas batallando en tu matrimonio tú solo o sola; dale al Señor la oportunidad de reparar lo que tú y/o tu cónyuge han dañado. Permite que Él tome las riendas de tu hogar y haga de lo que tú consideras un imposible, una bendición real y permanente.

Toda la Honra y Gloria se la damos al Señor quien nos inspira y dirige. ¡Bendiciones!

El amor es sufrido, es benigno
El amor no tiene envidia
El amor no es jactancioso, no se envanece
No hace nada indebido, no busca lo suyo
N o se irrita, no guarda rencor
No se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad Todo lo sufre, todo lo cree
todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser.
          1 Corintios 13:4-8

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