lunes, 22 de abril de 2013

¿CUALES SON LAS RAZONES DE LOS PROBLEMAS MATRIMONIALES Y FAMILIARES?


Por Eliseo Hernandez Echegoyen
Usado con permiso del autor


“...Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio 
marido.  El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.  La mujer 
no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su 
propio cuerpo, sino la mujer.  No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo 
consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os 
tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia...si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es 
casarse que estarse quemando.  Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: 
Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y 
que el marido no abandone a su mujer.  Y a los demás yo digo, no el Señor: Si algún hermano tiene mujer 
que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone.  Y si una mujer tiene marido que no 
sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.  Porque el marido incrédulo es santificado 
en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, 
mientras que ahora son santos.  Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la 
hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios.  Porque ¿qué sabes tú, 
o mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?  
Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas 
las iglesias” (1ª Corintios 7:1-17)

1. Es por demás que no se presenten problemas, dificultades o contratiempos entre esposos, por 
falta de amor, consideración, sabiduría, tacto, educación y cultura.
2. No hay matrimonio completamente perfecto--donde no se presenten problemas de distinta 
índole y magnitud; nosotros mismos los fabricamos; los generamos; los hacemos a la medida; 
pero todo problema, con una buena dosis de amor y voluntad, se puede resolver.  Hay que 
hacerles frente con resolución y buen ánimo a los problemas.
3. El capítulo 7 de 1ª Corintios, nos presenta a San Pablo, dando respuesta a las distintas 
preguntas de los hermanos corintios, acerca del matrimonio.
4. No es la voluntad de Dios que los esposos estén siempre discutiendo y emproblemados, ni 
mucho menos que se separen, ni se distancien; deben de estar juntos y andar juntos, siempre 
que sea posible, como lo hicieron Aquila y Priscila.
5. Hay varias clases de separación, pero no es la voluntad de Dios que los esposos se separen; 
así lo manda el Señor.
6. Los problemas se presentan, y deben ser resueltos con estudio, meditación, sabiduría, oración, 
y mucho cuidado.
7. Dios no permite a ningún hombre, tener al mismo tiempo más de una mujer, ni a una mujer, 
más de un hombre.  Esto sería adulterio y poligamia, condenado por el Señor.
8. El matrimonio se originó en la mente de Dios.  Él lo instituyó para la felicidad y dicha de la 
humanidad.  
9. El matrimonio, según Dios, es la unión para toda la vida de un hombre y una mujer, instituido 
por Dios.  Es más que un contrato humano; es algo que entra a lo divino y santo; y poca cosa 
es el hombre para disolverlo.
10. Todos los que entran en este santo estado, deben cumplir fielmente y a cabalidad los deberes 
propios de tal unión, delante de Dios y de los hombres.
11. Todo lo que aumenta las tensiones, o todo lo que haga al matrimonio infeliz o ineficaz, para 
no cumplir el objetivo para el cual fue instituido, debe evitarse cuidadosamente a toda costa.
12. Ni el hombre ni la mujer tienen potestad para vivir aparte, o separados, aunque sólo sea para 
algún tiempo, sin el consentimiento mutuo: “No os privéis el uno del otro”.  “No os 
defraudéis el uno al otro”, por la separación, o el incumplimiento al deber conyugal.  No 
hagáis nada que tienda a la impureza, o que dé a Satanás alguna ocasión para haceros caer.  
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo 
sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la 
tierra...Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones 
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios 
viene sobre los hijos de desobediencia...” (Colosenses 3:1, 2, 5, 6).
13. Las obligaciones, derechos y privilegios del matrimonio continúan por toda la vida, a pesar 
de los cambios que puedan ocurrir.
14. Las personas casadas, siempre que sea compatible con el cumplimiento de su deber, han de 
vivir juntos, con el objetivo de promover un mayor bien mutuo, temporal y eterno (para criar 
y educar a sus hijos adecuadamente).
15. Las palabras, “fiel” o “infiel” aquí se refieren a creyente o no creyente, cristiano o impío.
16. En el caso de que uno de los esposos no sea cristiano (v. 16), la pregunta, ¿de dónde sabes?
pues ¿Cómo sabes tú? son otro argumento en favor de que el cónyuge cristiano continúe 
viviendo con el no cristiano; son personas casadas.
17. El cristiano puede ser instrumento para la salvación del otro: “Asimismo vosotras, mujeres, 
estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean 
ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y 
respetuosa” (1ª Pedro 3:1, 2).  “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la 
iglesia, y se entregó a si mismo por ella...” (Efesios 5:25).  Es decir, amar con un amor puro, 
ardiente, lleno de abnegación, firme y dispuesto al sacrificio.  Así debemos amar los esposos 
a nuestras esposas—un amor verdadero y sacrificial.
18. Una de las grandes instituciones de Dios para mantener vivos su conocimiento y su culto en 
este mundo, es la familia; y para asegurar a los hombres los beneficios que de ellos han de 
recibir, tenemos consejos y mandamientos divinos.
19. Los sentimiento y conducta de la esposa para con su esposo, y de éste para con su mujer, 
harán para la familia una preparación para el cielo y un goce anticipado del mismo, ó una 
preparación para el infierno, del cual puede ser un emblema, si no está centrado en Cristo.  En 
vez de ser un paraíso, es un pandemonio.
20. En cuanto a la unión en el matrimonio, es tan íntima e indisoluble que la felicidad de uno es 
inseparable de la del otro; y lo que promueve el bienestar del uno, promueve el del otro.  
Cada uno busca y procura la felicidad de su pareja.
21. Como un hombre cuida de sí mismo, y como Cristo cuida de su iglesia, así debe el esposo 
cuidar de su esposa.  Debe defenderla, protegerla, procurar su seguridad en todo tiempo, lugar 
y circunstancias, siempre.
22. Algunas de las causas de por qué tantos matrimonios fracasan:
a. El haberlos celebrado con ligereza, y no con un previo examen concienzudo, detenido y 
serio—locamente.
b. El adulterio y la infidelidad, que trae la maldición de Dios, el desafecto a la familia, y el 
abandono de los más sagrados deberes ante Dios y la sociedad.
c. El olvido de Dios, su Palabra y la iglesia, y por ende, de los valores y deberes cristianos.
d. No tomando en cuenta estos valores, y sí, menospreciando los altos principios cristianos 
y morales que deben normar siempre la conducta de personas conscientes en este estado 
santo del matrimonio.
1) La falta del temor reverente a Dios, de las verdades eternas y los intereses 
espirituales y morales.
2) La falta de prudencia, educación, cultura, respeto, delicadeza y sentido de 
responsabilidad delante de Dios y la sociedad.
 3) La falta de condescendencia en el mutuo trato que son inherentes e ineludibles. 
4) La falta de comunicación—la tiranía del silencio: tal vez por orgullo y capricho, 
que es una de las más crueles e inhumanas tiranías, que matan a sangre fría, 
hundiendo el puñal infame hasta lo más íntimo del corazón, cortando las 
posibilidades de una solución a los problemas y de la salvación del matrimonio y 
de la familia.
Conclusión:
1. El Dios en quien creemos es todopoderoso; y para él no hay nada difícil o imposible.  No hay 
problema por complejo que sea, ni necesidad por grande que se presente, que él, con su 
inmensa sabiduría e ilimitable poder no pueda resolver y llenar.
2. Las instituciones más importantes, como son el matrimonio, el hogar y la familia, nunca han 
estado tan atacadas por el diablo, como en el tiempo actual.  Tengamos presente que Satanás 
es un enemigo vencido y que Filipenses 4:13 es una realidad: “Todo lo puedo en Cristo que 
me fortalece”.
3. Tengamos en mente que el matrimonio es tan divino y santo, que no puede ser quebrantado ni 
siquiera con el consentimiento mutuo de las partes; pues, en él obra una ley natural y divina, 
que la voluntad de los hombres, jamás debe de quebrantar, traspasar, ni desviar.
a. Poca cosas es el hombre para separar lo que Dios ha unido.
b. Siempre que haya una separación, aunque sea de acuerdo, puede ser el principio de 
una tragedia de grandes proporciones.
c. Tristemente, esto se ha repetido miles de veces, y los pobres hijos son las víctimas 
inocentes.
d. Sin embargo, la gracia y misericordia de Dios son grandes y para siempre, y él 
perdona al “quebrantado de corazón” y no desprecia “al corazón contrito y 
humillado”. (Salmo 51:17).  ¡Dios puede reparar el edificio dañado!
4. Cuanta desorientación, trauma y ansiedad sufren millones de niños por esta causa.  Niños y 
jóvenes acomplejados, defraudados, decepcionados, fracasados, deshechos, despechados y 
candidatos a convertirse en criminales o suicidas.
5. ¡Qué cosa tan tremendamente desastrosa!  
6. Dios puede reparar el edificio dañado; puede hacerlo todo nuevo.  “Con sabiduría se 
edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se llenarán las cámaras de todo 
bien preciado y agradable” (Proverbios 24:3).  “Si Jehová no edificare la casa, en vano 
trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.  Por 
demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar...” (Salmo 127:1, 2).

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